La creciente riqueza de las naciones: ¿adónde nos lleva?
El patrimonio neto de las diez economías más ricas del mundo ha crecido mucho más que su producto en las dos primeras décadas del siglo XXI. Este desequilibrio puede ocasionar problemas en su funcionamiento. El Instituto Global McKinsey alerta sobre la posibilidad de un nuevo ciclo de turbulencias económicas.
Carlos Jaramillo / 25 de noviembre de 2021
Un estudio reciente del Instituto Global McKinsey —«El auge y el auge del balance general del mundo»— revisó la composición de los balances generales consolidados de los hogares, los gobiernos y las corporaciones financieras y no financieras de las diez economías más ricas del planeta (Alemania, Australia, Canadá, China, Estados Unidos, Francia, Japón, México, Reino Unido y Suecia), que representan cerca del sesenta por ciento del ingreso mundial. El resultado fue que el valor de mercado de esos balances se ha triplicado en las primeras dos décadas del siglo XXI.
El patrimonio neto de estas economías era del orden de 150 billones de dólares para el año 2000, cantidad equivalente a cuatro veces el valor de sus productos internos brutos (PIB). Veinte años después, la acumulación de riqueza ha subido a 500 billones de dólares, monto que representa seis veces el tamaño de sus PIB consolidados.
A partir del análisis de los balances nacionales surgen dos preguntas importantes: ¿en qué está invertida tal cantidad de recursos y cuáles son las implicaciones de que la tasa de crecimiento de la acumulación de riqueza haya sido mayor que la del PIB? La respuesta a la primera pregunta es que dos tercios del patrimonio neto de estas naciones está invertido en inmuebles y terrenos (residenciales, gubernamentales o empresariales), un veinte por ciento en activos reales (negocios en marcha, infraestructura, estructuras industriales, maquinaria y equipos, inventarios y reservas minerales) y solamente el cuatro por ciento en activos intangibles.
La segunda pregunta se responde analizando el desempeño del patrimonio neto y el PIB en el mundo. Estas variables tienden a moverse en sincronía, aunque pueden presentarse desviaciones importantes entre ellas en países individuales, a las cuales siguen grandes correcciones, como fue el caso de Japón a comienzos de los noventa cuando, luego de una gran burbuja inmobiliaria que elevó el patrimonio de la sociedad japonesa en su conjunto, hubo una gran recesión que duró más de tres décadas.
El crecimiento del patrimonio neto en los diez países incluidos en el estudio se debió en buena medida al alza de los precios de los inmuebles por encima de la inflación, apuntalados por un régimen de bajas tasas de interés que financió en buena medida la compra de esos activos. Solo el 28 por ciento del crecimiento del patrimonio es atribuible al ahorro o a las inversiones.
El índice de monto del préstamo/valor del inmueble —una medida del riesgo que las instituciones financieras evalúan antes de otorgar un préstamo hipotecario— ha alcanzado valores muy altos en los países de la muestra. Esto genera inquietudes sobre la exposición de la banca a las actividades inmobiliarias, además de cuestionar la eficiencia de este sector para asignar recursos entre los distintos actores de la economía.
¿Hacia dónde puede conducir el desacoplamiento de las tasas de crecimiento del patrimonio neto y el PIB? El estudio de la empresa consultora McKinsey propone tres posibles escenarios. El primero es el establecimiento de un nuevo paradigma en el cual el valor de los activos inmobiliarios supera a los ingresos que generan, debido a la presencia de una población de adultos mayores ávida de ingresos acompañada de una mayor propensión al ahorro de los hogares de altos ingresos, dos condiciones que presionan a la baja las tasas de interés. En este escenario, los altos precios de los inmuebles pueden mantenerse indefinidamente, por el bajo costo financiero de adquirirlos y la utilidad de estos activos como reservorios de riqueza.
En un segundo escenario se revierte la tendencia y caen los precios de los activos inmobiliarios, lo que afecta a las instituciones que ayudaron a financiar su compra. En el tercer escenario se recompone el balance general global de las diez economías, debido a la aceleración de la tasa de crecimiento del PIB gracias nuevas inversiones que aumentan la productividad.
Cualquiera de estos escenarios es posible y a los actores económicos solo les queda evaluar el impacto que tendrían en su sector de actividad. Para volver a encontrar un crecimiento armonizado del patrimonio neto con el PIB será necesario hacer inversiones en áreas que potencien el crecimiento económico y, a la vez, reduzcan las distorsiones que han surgido en las últimas dos décadas. Es necesario aumentar la oferta de vivienda asequible en las metrópolis, desarrollar infraestructura digital y fomentar nuevas maneras de acumular riqueza, que reduzcan la presión sobre los precios de los activos inmobiliarios, que siguen siendo el refugio del patrimonio acumulado por la generación actual y sus predecesores.
Carlos Jaramillo, director académico del IESA.
Este artículo ha sido publicado en alianza con Arca Análisis Económico.